Aprendamos de Steve

Steve Jobs, el genio que nos ha dejado hoy, tal y como mostró al mundo en aquella célebre conferencia en la Universidad de Stanford, era, aunque pocos lo sabían, un hacker de la vida. Alguien que sabe distinguir lo que realmente importa de lo que no. Todas esas cosas que no importan en las que la mayoría invertimos nuestro tiempo porque nos autoconvencemos de no tener ni un segundo para pararnos a pensar en lo que realmente queremos priorizar. Este artículo de John Gruber lo explica mucho mejor de lo que lo pueda hacer yo:

Tras la presentación del WWDC de hace cuatro meses, vi a Steve, de cerca.

Parecía viejo. No viejo de una forma que pueda medirse en años o incluso en décadas, sino imposiblemente viejo. No cansado, pero harto; no enfermo, sino más bien, de alguna forma, anciano. Pero no en sus ojos. Sus ojos eran jóvenes y brillantes, su intensidad intacta. Su sueter estaba gastado, sus vaqueros desgastados en los dobladillos.

Pero la cosa que me llamó la atención fueron sus deportivas, esas famosas New Balance 991 grises. También estaban desgastadas. Pero también esto: hierba verde fresca y brillante apegada a sus talones.

Esas manchas de hierba llenaron mi mente de preguntas. ¿Cómo llegaron allí? ¿Cuándo? Parecían frescas, de dos, tres días como mucho. La preparación de una presentación de Apple es notoria, poco sorprendentemente, intensa. Pero no tan intensa, esas manchas lo sugerían, como para consumir la totalidad de los días de Jobs. No hay hierba en Moscone West.

Seguramente, mi mente se apresuró a pensar, seguramente él tiene más de un par de esas deportivas. Podría comprar la factoría que las fabrica. ¿Por qué calzar ese par manchado de hierba para la presentación, una rara aparición pública de inconmensurable alto perfil? Mi opinión es que no se dió cuenta, o que no le preocupaba. Uno de los múltiples regalos de Jobs era que sabía perfectamente aquello que le importaba una mierda. Sabía como enfocarse y como priorizar su tiempo y su atención. Las manchas de hierba en sus deportivas no la merecían.

Anoche, tarde, largas horas después de las notícias de su partida, mis pensamientos volvieron a esas manchas de hierba en Junio. Sólo ahora me doy cuenta de por qué me llamaron la atención. Esas deportivas manchadas eran el producto del tiempo limitado, pero bien empleado. Y por ello, la historia que mi mente ha imaginado es la siguiente:

Me gusta pensar que en el período previo a su presentación final, Steve hizo tiempo para un paseo largo y pacífico. En algún lugar hermoso, donde no hay caminos y la hierba crece en abundancia. Cogido de la mano de su mujer y su familia, el calor del sol en su espalda, sonrisas en sus rostros, amor en sus corazones y en paz con sus destinos.

No olvidemos a Steve. Él sabía que el dinero era lo menos importante de todo. Aún nos queda mucho por aprender de él.