Sin trastos
El fin de semana pasado decidimos dedicar un rato a "quitar trastos" del estudio. Aunque ahora sé que existe una tendencia llamada minimalismo y que me consta que la estamos siguiendo, en realidad nunca he tenido demasiados armarios ni demasiados objetos en mi casa. Quiero decir que no ha habido un cambio. Me gusta ver los espacios despejados y ayuda mucho a la hora de limpiar.
Sin embargo, el estudio tiende a recibir variedad de objetos (libros, papeles, antiguos cedes, antiguos aparatejos sin uso...). Sin duda el estudio no sigue esa "norma" implícita de que la vista descansa cuando entra en una estancia de mi casa. Y el domingo llegó el momento de hacer limpieza.
Siempre he creído que guardar objetos por un hipotético uso en el futuro es absurdo. Al final las cosas se acaban acumulando y las probabilidades de que ese objeto vuelva a tener un uso son realmente reducidas. Y aún en caso de desechar algo que luego necesitemos, probablemente podamos volver a adquirirlo (o mejor, pedirlo prestado).
Hacía tiempo que no lo hacía pero, sin ninguna duda, la sensación que experimento cada vez que entro ahora en el estudio es extremadamente gratificante. Las baldas más vacías de objetos, la sensación de limpieza, de orden, invita a pasar más tiempo en la estancia. Un ejercicio que recomiendo encarecidamente. La sensación de paz, de serenidad, de limpieza, de tranquilidad que ofrece una estancia no agobiante merece sobradamente ese pequeño esfuerzo que, además, no necesitas hacer de un tirón.
Y ya puestos, tenlo en cuenta cuando te plantees comprarte algo. Si existen probabilidades de que acabe convirtiéndose en un trasto, piénsalo mejor. Deja pasar unos días antes de hacer la compra. Probablemente cambies de idea. Recuerda: calidad mejor que cantidad.
Un último consejo: si crees que tienes estancias llenas de trastos, puedes usar la técnica del saco: mételos en un saco, ciérralo y ponle la fecha de caducidad que consideres (6 meses, un año, dos?). Cuando haya pasado, deshazte del saco. Lo que no mereciese ser desechado ya habrá salido de allí en ese tiempo.
Sin embargo, el estudio tiende a recibir variedad de objetos (libros, papeles, antiguos cedes, antiguos aparatejos sin uso...). Sin duda el estudio no sigue esa "norma" implícita de que la vista descansa cuando entra en una estancia de mi casa. Y el domingo llegó el momento de hacer limpieza.
Siempre he creído que guardar objetos por un hipotético uso en el futuro es absurdo. Al final las cosas se acaban acumulando y las probabilidades de que ese objeto vuelva a tener un uso son realmente reducidas. Y aún en caso de desechar algo que luego necesitemos, probablemente podamos volver a adquirirlo (o mejor, pedirlo prestado).
Hacía tiempo que no lo hacía pero, sin ninguna duda, la sensación que experimento cada vez que entro ahora en el estudio es extremadamente gratificante. Las baldas más vacías de objetos, la sensación de limpieza, de orden, invita a pasar más tiempo en la estancia. Un ejercicio que recomiendo encarecidamente. La sensación de paz, de serenidad, de limpieza, de tranquilidad que ofrece una estancia no agobiante merece sobradamente ese pequeño esfuerzo que, además, no necesitas hacer de un tirón.
Y ya puestos, tenlo en cuenta cuando te plantees comprarte algo. Si existen probabilidades de que acabe convirtiéndose en un trasto, piénsalo mejor. Deja pasar unos días antes de hacer la compra. Probablemente cambies de idea. Recuerda: calidad mejor que cantidad.
Un último consejo: si crees que tienes estancias llenas de trastos, puedes usar la técnica del saco: mételos en un saco, ciérralo y ponle la fecha de caducidad que consideres (6 meses, un año, dos?). Cuando haya pasado, deshazte del saco. Lo que no mereciese ser desechado ya habrá salido de allí en ese tiempo.